El ocaso de los dioses de usar y tirar

Creo que he dicho en alguna que otra ocasión, que nunca he sido una fan de nadie. Ni del mundo del cine, de la canción, de la moda, y mucho menos del deporte rey, el futbol.

Primero, porque antes de ser celebridades, hay unas personas, y las personas estamos llenas de complejos, debilidades, y defectos, que en la mayoría de las veces terminan por opacar los logros y triunfos de un/a determinado/a celebridad del gremio sea. Segundo, que por ser un buen actor, cantante, modelo, futbolista levantes esas pasiones, no lo entiendo. Y mucho menos, que les paguen esas millonadas, por interpretar a un determinado personaje, o pegar cuatro patadas a un balón, menos todavía. Cómo que no.

Soy más bien de admirar mucho a escritores, médicos, científicos, activistas sociales, pintores, personas que se han dejado la vida estudiando la manera de mejorar nuestra existencia. A mí personalmente, nunca me agrado Ruíz Zafón, ni como escritor, ni como persona. Ahora bien, siempre lo elegiré antes que a un Messi o un Maradona, de quien voy a hablar hoy.

Ayer falleció Diego Armando Maradona, y su muerte me ha dejado indiferente total. Porque aparte de ser un futbolista, fue drogadicto. Y lo que es peor, un hombre muy vanidoso y muy soberbio, por no hacer nada. Que futbolistas, de todas las edades, condiciones sociales y nacionalidades, los ha habido, hay y habrá, a millones. Y bastantes más, que lo que haya ganado el Pelusa. Eso está más que claro. Como cierto es que detrás de cada Maradona del star sistem, que sea, existe toda una industria o maquinaria empresarial, dispuesta a encumbrar a tipos como Messi, Maradona o Kim Kardashian, eso lo sé demasiado bien. Y es a lo que voy.

Lo que en mi época fueron ídolos a seguir, por hacer algo, más o menos trabajoso, lo entiendo. Quiero decir con esto, que antes se nos “obligaba” a admirar que estudiaba más que el Dr. Cavadas, para interpretar tal o cual personaje en el cine, tiene un pase. Por lo menos, estudiaban. Lo mismo digo de los cantantes. Pero hoy en día, no. Lo más cool ahora, es ser un/a influencers. Que son unas señoritas, en apariencia muy monas, a las cuales, les pagan otras millonadas, por decir delante de una web cam, lo que debemos o no ponernos esta temporada. Pero casi todas son de buenas familias. Todas o casi todas hay llegado a eso de ser influencers, porque alguien de su familia ya lo fue.

Y en contra de todo esto, me rebelo. Están rebajando de tal manera las expectativas para ganarse la vida entre los más jóvenes, que resulta aterrador. Porque además, como en casi todas estas nuevas profesiones, que he citado, la vida laboral de las influencers, es muy cortita. Lo que dura la juventud, y un poco más. Y luego, el triste olvido. Como le está sucediendo a Greta Thunberg, que el año pasado se convirtió en el ejemplo a seguir. Y hoy en día, nadie se acuerda de ella. Está claro que es por la pandemia, pero se veía venir.

Que es a lo que voy, si hoy eres una celebridad, que te llaman de todos los sitios, mañana ya no. Serás sustituido/a por otra influencer, más joven más guapa, y con más ganas que tú. Y luego, nadie se acordará de ti, como le está sucediendo a la señorita Thunberg. Mientras que un Pérez Reverte siempre será recordado, al menos por su serie del Capitán Alatriste. O por su última novela, Línea de fuego. Yo siempre preferiré a don Arturo, que a la Echevarría. Pero siempre.

Amparo Gimeno Pastor, periodista

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